Las loras burgalesas, han visto nacer y crecer a la Jus bichera. En su blog, nos cuenta alguna vivencia reciente de sus salvajes excursiones, y nos informa sobre otros temas.
Una tarde de monte, me contó una historia de esas que...¡Bueno!, en aquel momento, sólo se me ocurrió pedirla que lo escribiera un día para compartirlo en mi blog. Hace mucho ya...¡y alegaba no acordarse!. Meses después, cumple su palabra, y nos lo escribe.
Qué grandes eres y cuánto vales...
¡Gracias Bonuca!La anécdota de campo que voy a contar, me ocurrió hace ya algunos años. Fue una tarde de julio del año 2005. Lo recuerdo porque ese año me pasé mes y medio de vacaciones en mi pueblo, una pequeña aldea que se encuentra en el paraje de Las Loras, en la provincia de Burgos. Era mi época universitaria, por lo que tenía vacaciones de sobra, pero no dinero para viajar por ahí, y a ello había que sumarle el hecho de que ese verano me tiré dos meses con el brazo escayolado, debido a una mala caída jugando un partido de fútbol. Recuerdo ese año con cariño, porque fue el año que empecé a sentir una verdadera pasión por las aves, y estas vacaciones en mi pueblo, como un punto de inflexión en mi aprendizaje sobre ellas.
Recuerdo que salía cada mañana y cada tarde, cargada con la mochila al hombro y los prismáticos del cuello. Me habían dicho que no moviese el brazo, que si se me descolocaba la rotura me tendrían que operar…pero a mi me daba igual, cada vez que aparecía un pájaro en un arbusto o planeando sobre mi cabeza, levantaba los prismáticos, en aquella época bastante más pesados, y los apoyaba sobre la escayola de mi brazo hábil.
Aquella tarde, emprendí camino hacia una de las zonas más bellas de mi pueblo, la poza de la Olla, una poza que forma el río Odra a su paso por un pequeño desfiladero.
Iba toda entretenida con la observación de la flora del lugar, así como de las aves que salían a mi paso….escribanos cerillos, soteños y montesinos, arrendajos, mosquiteros papialbos, currucas zarceras…cuando justo al llegar al inicio del pequeño desfiladero, comienza un corzo a ladrar estridentemente. Recorrí unos metros, y allí la hallé, una hembra de corzo, desgañitándose sin parar, al otro lado del río, a unos 50 metros de mí. La corza me miraba de vez en cuando, pero parecía no prestarme demasiada atención, un comportamiento que nunca había presenciado en este animal… ¿qué ocurría para que no solo no presentase ningún miedo hacia mi presencia, sino que además presentase tal alteración?
A unos 20 o 30 metros de la corza, entre unos arbustos, pude ver la silueta de una rapaz, con las alas completamente extendidas ¿qué significaba todo aquello?
Me fijé en que los arbustos eran en realidad zarzas, y se me pasó por la cabeza la peregrina idea de que era un buitre leonado, que se había quedado enganchado en las zarzas….sin pensar en el poco sentido que tenía todo aquello, me dispuse a cruzar el río, atravesando las zarzas y empapándome hasta las rodillas, mientras encontraba el cadáver de un topo europeo (Talpa europaeus) ahogado en el agua.
Al cruzar el río, a una distancia de 30 metros, levanté la vista hacia mi objetivo, pero esta vez vi algo más que la silueta de una gran rapaz tras unos arbustos….a sus pies un bulto marrón… ¿un zurrón de piel?…..y entonces vi lo que era, y todo empezó a encajar en su sitio….el zurrón no era tal, sino un corcino de unos dos meses de edad….el supuesto buitre enzarzado, no era tal, sino un magnífico adulto de águila real protegiendo su presa con las alas extendidas….la corza, tan solo una madre desesperada por ver a su cría bajo las garras de esta impresionante rapaz….Todo esto se encajó de golpe, pero demasiado tarde para poder retroceder…el águila levantó el vuelo, dio dos pasadas por encima de mi cabeza y fue a posarse en lo alto del desfiladero.
El corcino echaba bastante sangre por la boca, por lo que parecía que tendría algún órgano reventado, probablemente el águila levantó a su presa y la dejó caer sobre las rocas causándole así la muerte.
Me apresuré a abandonar la escena, para que la rapaz pudiese dar cuenta de su festín, tan bien merecido, pues me imagino lo difícil que debió ser dar caza a una pieza tan grande y pesada.
Esta fue una de las muchas anécdotas de campo que me ha dado mi pueblo, Humada, y el inicio de muchas experiencias que a partir de entonces viviría en el campo.
Lo que no hayas visto tu Jus!!!
ResponderEliminarUn relato y una observación de 10. Enhorabuena, Jus. Ahora mismo voy a echarle un ojo a tu blog, que no lo conocía. Saludos..., también para tí Máximo, jeje...
ResponderEliminarSi señora, muy guapa la experiencia y muy bien contada.
ResponderEliminarUn saludo.