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martes, 10 de septiembre de 2013

El treparriscos

Ayer tuve la ocasión de disfrutar con la presencia de un treparriscos Tichodroma muraria en una zona habitual para la especie en los Picos de Europa.
Fueron tres cortas observaciones dónde hace poco más de media luna, varios ejemplares revoloteaban alborotados en busca de comida y cebas entre un caos de calizos bloques. Mi presencia y las de mis amigos, poco les importaban, y pudimos disfrutar unas pocas horas como nunca antes lo habíamos hecho con esta especie.
Mariposas emplumadas de caracter vacilón, que no dudaban en pasarnos a un metro de distancia, si la voluntad de querer volar a una roca hacía necesario el pasar pegaditos a nuestras narices. Adultos cebando a sonoros volantones, agrandan aún más un espectáculo ya de por sí magno.

En la foto que os adjunto, se ve lo que creo que es un joven. El aire le levanta unas cobertoras grises para dejar ala vista sus vistosos colores.

viernes, 6 de septiembre de 2013

¡El osu, el osu!

Cuándo te vas a poner en tu atalaya, y antes de sentar el culu cantas "ahí está el oso" a tu compañero de espera, pocas cosas más importan. Hoy ha sido un día grande en las montañas cantábricas.
Un éxito al amanecer. Otro al atardecer.
La tormenta no asustó al oso cantábrico, y el azúcar de las moras, ya maduras, pudo con su pudor al descubierto. Los prados, las escarpadas peñas...Cualquier sitio con zarzas con fruto es bueno para el oso ursus arctos. Han sido 20 minutos esta mañana, y tan sólo 5 esta tarde, pero ha merecido la pena ver como el oso y el hombre, pueden vivir muy cerquita el uno del otro cuándo éste último le demuestra el respeto que se merece.
Hoy estoy muy contento por poder haber visto esta bestia dónde la he visto, y por haberlo hecho además, en compañía de alguien que sé que lo ha disfrutado tanto como yo.

martes, 3 de septiembre de 2013

Disculpas

Fruto de un cúmulo de averias, visitas, viajes, fiestas y otras casualidades de la vida veraniega, ahora me doy cuenta de que podría haber puesto el cartel de cerrado por vacaciones por todo el mes de agosto, así cómo hacen las administraciones públicas.
Los últimos meses he descuidado el blog, y este agosto, creo que ha sido el único mes desde que existe "El Bichu" que ha dejado el casillero en 0 (sin tener el cuenta noviembre del 2010, que lo pasé entero en la selva). Espero que esto sea un punto de inflexión, y comience a recuperar el ritmo que tuve en tiempos anteriores. Para este fin, afortunadamente este mes no he dejado de bichear, y ello va a ayudar a meter unas entraducas este final de verano. Allá os dejo una de osos.
Ha sido hace pocos días, en compañía de un par de amigos, Julio y Ruth, sin quienes este viaje no habría sido la mitad de reconfortante. Nos planteamos dedicar unos días a intentar ver al oso pardo Ursus arctos. Por estas fechas, este animal está enloquecido por el escuernacabras, un fruto que madura a finales de agosto en las altas calares de la Cantábrica. Es un hábitat escarpado por una parte, y supraforestal en muchas ocasiones, lo que hace que el bicho tenga que salir parte del tiempo de campeo al descubierto. Esto provoca que sea una fecha excepcional para ver este esquivo animal. Las 2 primeras horas de la mañana y lo mismo por la tarde, es buen horario allá dónde la actividad humana no le perturbe en demasía. Esos canchales en mitad del hayedo, esa base del paredón blanco salpicado con matas de pudio...¡en cualquier sitio puede aparecer!
Tuvimos suerte con el tiempo, pues apenas unas pocas horas la niebla nos metió el susto en el cuerpo, por lo demás, tiempo despejado nos acompañó estos 3 días. Un rebeco corriendo nos advierte de la posibilidad de ver algo grande...y efectivamente, un joven y hermosos oso aparece andando por unas rocas. Va de mata en mata. Unas las mira y las pasa de largo, en otras para y se pone en pié. Se ayuda de los brazos para tumbar las ramas y pasarlas por su boca, en la que se produce la sangrienta degustación del Rhamnus alpina. Una de las ramas, era lo suficientemente fuerte como para que no la pudiese tumbar con facilidad. Recurrió a colgarse con las manos de ella, a la par que utilizaba la mandíbula como una tercera mano con la que asirse. Un par de balanceos bastó para triscar la rama y caer con ella al suelo. Allí, más cómodo, dió buena cuenta de sus frutos. Fueron varias las observaciones, con las que no os voy a aburrir. Quizás esta fuera una de las que más me impactó, y es por ello que la comparto.
Las observaciones fueron a larga distancia, siempre con la prudencia por delante, y evitando cualquier molestia menor o mayor. Os pongo una foto testimonial que con mi 300 mm y a más de 1 km, es lo que se podía conseguir. Os desafío a que encontréis en esta foto al ejemplar del que hablo. Pinchad la foto para verlo más grande.