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lunes, 28 de marzo de 2011

Salí a mear, y era pa'cagase

Hace unos días salí de casa surfeando sobre el jocicu de la primavera, pero montaña arriba, topé con el rabu del inviernu.
A media tarde, se cubre de nubes, y una imponente cellisca me coge a unos 1700 m de altitud, en el espinazu de la Cordillera Cantábrica. Frío viento cargado de nieve apuñala brañas. Cielos claros se tornan al gris, y grises rocas, en 5 minutos lo hacen al blanco.
A las 6, aún de día, no me queda otra que meterme al saco. Miro un poco las fotos que saqué a lo largo del día para pasar unos minutos. Narcisos Menores, fotos de la luna por la noche, paisajes...
Desde el saco, el oído se percata del vientón que afeita la montaña, pero no así el tacto, que bajo el emplumado textil, aguanta impasible la tempestad. Pronto decido dormir.
Al amanecer, todo blanquito. No nieva ya, se ha quitado parte de la nubosidad, pero el viento va a impedir que yo pueda hacer nada que no sea empezar a bajar hacia el coche. Resistiéndome a ello, decido quedarme un rato más en el saco (pese a llevar ya 12 horas dentro de él) para ver si para el viento y poder así disfrutar la mañana.
Aguanto 2 horas más, pero de ahí no puedo pasar. 14 horas en un saco de dormir, son muy largas...así que decido levantarme. Cuando salgo a mear, evidentemente sin óptica alguna, escaneo con mi vista el alrededor, ¡y voala!
Sorpresa mayúscula. Una loba está quieta, cruzanda ante mi posición, y a tan sólo 40 metros de distancia. Ha visto algo raro y no me quita ojo durante una breve pausa. Por medio no tenemos nada de vegetación, y su invernal pelaje se dibuja perfectamente contra un níveo suelo. Estaba en una situación, que como digo en el título, no era pa'mear, sino pa'cagase. No porque hubiese ningún peligro, pues un lobo, bien en sabido por los expertos que no entraña peligro alguno para nosotros. Si, sin embargo, por la emoción que me llena ante un pedazo de animal nada fácil de ver, y que para mi sorpresa, no sale corriendo al no identificarme como persona (o eso parece). La loba, identificó algo raro en el paisaje como digo, y por ello me miraba de vez en cuando, pero ella no vio una persona, caso en el cual, habría salido huyendo. El trote lobero que traía consigo, prosiguió montaña arriba para acabar subiendo por unas laderas de nieve y perderla tras 10 intensos minutos de observación. Pensando en todos vosotros, me da tiempo a hacerla tanto unas fotos como unos vídeos. El fuerte viento, provoca que haya una inestabilidad tal en el equipo que no permite conseguir hacer nada de buena calidad. Os adjunto un par de documentos. Espero que los sepáis disfrutar. Quedará grabado a fuego como un Nuevo Momento de Gloria.
 




jueves, 24 de marzo de 2011

Pequeños a'i

En mi estancia en la selva amazónica, donde pude compartir días con varias familias de cofanes (a'i), he de recalcar lo mucho que me reí con los mozucos de aquel poblado. Pura inocencia cargada de ilusión. Pueriles sonrisas, y mucha libertad de movimiento, me hicieron ver lo diferente que vive un niño en nuestra cultura, y en aquella otra.
No vi nunca reñir a una madre porque su niño se subiera por sitios peligrosos: árboles, paredes, vigas del techo, todo obstáculo era poco para un pequeño a'i de 8 o incluso 6 años. Desde que su fuerza les ha permitido erguirse, han intentado subirse a dónde lo hacen sus hermanos de 1 año más. La diferencia entre el desarrollo psicomotriz que tiene un niño aquí, y uno de allí, es abismal. ¿Tendremos demasiadas restricciones de movimiento en nuestros años más jóvenes? ¿Tenemos miedo a la palabra riesgo? El riesgo en la vida existe, y hay que tenerlo en cuenta para hacer balance de lo que nos conviente saltar en cada ocasión, pero NO EVITARLO A CUALQUIER PRECIO, pues nos estamos apijotando en muchos sentidos.
Y voy más allá. Me fijé en que la relación risas/lloro era mucho más alta en aquellos cachorrucos que en los de acá. Aquí tienen juguetes más complejos y en mayor abundancia. Sí. ¿Y? No digo más.
Os pongo una foto de mis amiguitos cofanes. A la izquierda Maco (8 años) y su hermano Enge. Del resto, no recuerdo nombres.... (lo siento niños :-(   ).

jueves, 17 de marzo de 2011

Yo y el monte: bajar de noche, subir de noche

UhhhUuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuh!!
Atención, apunta el alba, y canta el Cárabu. Corzos a salir de sus prados, Tejones acudan a sus madrigueras, Lobos a sus canchales y Osos hacia escobales. Los Gatos de recogida, los Zorros a su guarida. Ginetas ya en su siesta, Martas aún de fiesta. Mamíferos en general, dan el testigo a Petirrojos, Zorzales, y al mismísima Águila Real. Cuando quieres estar al atardecer en el monte, y quieres estar al amanecer también, no queda otra que venir e ir de noche. El Cárabo marca el comienzo de la fiesta zoológica (la noche) y también su final, igual que hacía la sirena del colegio con nuestros recreos. Por el día, pocos animales se van a mover, y sólo lo harán cuando la sirena vuelva a ulular.
Anoche dejé la cámara trabajando. No pasó ningún animal por dónde yo quería, por lo que la única foto que me bajé, fue la que hice de prueba. Señores, yo:

miércoles, 16 de marzo de 2011

Para ser libres

El paso de los años los ha ido formando en todos los aspectos para ser libres, para volar centenares de metros o incluso kilómetros a lo largo del día. Sin embargo, una caprichosa especie, la nuestra, decidió que algunos ejemplares debían estar en jaulas para poder tenerlos cerca, disfrutar de sus colores, y poco más, la verdad.
Es egoísta robarles tanto disfrute, más cuando tan poco nos aporta a nosotros tenerlos ahí, mirándonos dentro de una jaula, ya sea pequeña, o ya sea grande (grande para nosotros, porque para ellos, nunca lo será).
Seguramente hay quien defienda esta práctica alegando que la longevidad y por lo tanto la calidad de vida será mayor en cautividad. Si estar dentro de una jaula sin poder volar cada día entre riberas amazónicas, entre ceibos y palmeras, entre monos y pavas, es calidad de vida...
¿Aves extraídas ilegalmente? ¿Legalmente? ¿Con CITES? ¿Acaso no son los permisos legales un lavado de conciencia para la sociedad? Veo únicamente estos permisos como una herramienta de control, pero no nos engañemos, los loros, con papeles o no, están hechos para volar más allá de ningún barrote.
Así lo veo yo, y así lo comentaba el otro día con el meu amic Gabi, pues en su día, nos pasó lo mismo. Desde crío, acostumbro a ver estas bellas aves en jaulas en casas de amigos, en zoológicos, ¡y hasta en bares! Lo tenía por lo tanto normalizado, y nunca me había conmovido ese cautiverio hasta que este último otoño, en mitad de la selva amazónica, pude bañarme cada día y casi a cualquier hora, entre burbujas de escandalosos bandos de loros silvestres. Daba gusto verlos perseguirse, cambiarse de unos árboles a otros, y mucho era lo que me gustaba a mí cuando me pasaban a menos de 50 m y les podía hacer alguna foto. Os pongo aquí una de Pionus menstruus (Loro Cabeciazul).
Con pena veo ahora, sentado en mi silla occidental, y conectado a la red que nos comunica, cómo otros compañeros de internet, indagan en foros para ver por cuánto le pueden conseguir un pollito de esta especie, al igual que ocurre con las restantes...Os invito a comparar entre la foto que os cuelgo arriba (pinchadla para verla más grande) y las fotos de estos otros ejemplares, para intentar valorar objetivamente cuáles son más felices...

viernes, 11 de marzo de 2011

Invitado especial: Isidoro Fombellida

Si tuviera que hablar de alguien que conoce cada valle de Cantabria como pocos. Alguien capaz de percibir cada detalle del paisaje para plasmarlo con su pincel. Un naturalista fiel a sus prismáticos rusos. El naturalista clásico, con quien siempre se aprende en el campo. Ese es Isidoro Fombellida. Alguien que ya iba al campo a ver pájaros hace más de 30 años, tardando 3 horas para ir a Santoña en aquellos trenes cuando ahora tardamos poco más de media hora. Cuando ir a Sejos, suponía ir a Cabezón de la Sal en tren, y los otros 30 km...se las tenían que apañar...Era llegar a la cabaña, para dormir unas horas y volver a bajar. Hay que reconocer, que aquello tenía más mérito que lo de ahora. Por eso, quiero que sirva este escrito para hacer un reconocimiento no sólo a Isidoro, sino también, a todos aquellos naturalistas que empezaron cuando nosotros aún nacíamos, y de los cuales, hemos aprendido tanto.
Hace poco compartimos unos días en el campo los dos, y le propuse la idea de que me escribiera algo para el blog. Yo creía, o quería, que hubiera sido de principios de los 80, con una foto en blanco y negro. Sin embargo, él ha preferido redactar una magnífica noche (sino fantástica) que pasamos Alejandro, él y yo en las cercanías de dónde vivíamos por aquel entonces...Allá va:

Corría el verano del 2.000. Yo estaba un poco picado con las nutrias, y alguien me dejo un ejemplar del boletín Galemys que hablaba de la posibilidad de censar nutrias en esperas en el río. ¡Bueno!, eso daba esperanzas con una especie que hasta entonces era escasa y elusiva, pero que ya venía levantando cabeza en los ochenta y los noventa.
Viniste a pasar unos días conmigo en casa de mis suegros en Cervera, y esa primera noche hicimos una espera en un río donde había visto muchos rastros en invierno. No vimos nutrias, pero aprendimos a reconocer el vuelo rasante de los murciélagos ribereños, que ya es algo.
De vuelta en Torrelavega pensé que también en el Saja y el Besaya debía haber murciélagos ribereños, así que ya me preparaba para salir una noche cuando llegasteis Jandro y tú del río Saja, donde habíais visto una Garduña cruzando a nado al atardecer. Así que montamos en el coche y nos acercamos a buscar los murciélagos en el remanso de una presa.
Sin duda que los había, pero lo que nos dejó fulminados fueron esos tres pares de ojos violetas brillando a la luz del foco, acompañados de esos largos y peludos cuerpos paticortos de una soberana hembra de nutria y sus dos crías, casi tan crecidas como ella. Tras recuperarnos del shock notamos que continuaban con su comportamiento normal, por completo ajenas al potente foco de quinientas mil candelas y a cualquier otra cosa que sucediera a su alrededor. La madre emitió esos cortos silbidos que tantas veces habíamos leído descritos en los libros y que tuvieron el efecto de paralizar a las crías en la orilla, mientras ella se lanzaba buceando como una flecha hacia el centro del remanso.
Unos pollos de azulones eran el objetivo y de esta se libraron, saliendo a la carrera sobre el agua hacia la orilla. La familia se reunió comenzando a nadar río arriba, y nosotros, todavía incrédulos y entusiasmados, corrimos por la carretera buscando un nuevo punto de vista en esa dirección. La cosa no era fácil pues había muchos obstáculos, cuando se nos ocurrió la peregrina idea de situarnos en un puente a kilómetro y medio río arriba. Podrían haberse detenido en ese tramo o vaya usted a saber, pero felizmente llegaron a la cita, no sin antes cruzársenos un zorro en la espera.
Vimos sus siluetas subirse en una roca plana del remanso y luego continuar hacia nosotros. Ya estando casi al pie del puente encendimos el foco. Nos ignoraban por completo y la escena fue maravillosa. Venían nadando como focas, haciendo ondular todo su cuerpo con blanda agilidad, sacando la cabeza a tramos para respirar, la madre delante y las dos crías detrás una de otra. Recuerdo que una de ellas se detuvo más tiempo inspeccionando las recuevas que forman las grandes rocas en esos pozos, y que nos eran perfectamente visibles gracias al foco.
Ahí el río pega un quiebro, así que hubimos de correr de nuevo alborozados para el siguiente encuentro, en otro remanso más arriba. Al igual que en el primer momento, la hembra emitió esos silbidos, y los jóvenes se quedaron esperando en la orilla opuesta bajo las ramas de los árboles, mientras la madre se lanzaba a pescar al centro del profundo remanso. En ese momento vemos parada tres metros a nuestra espalda una gineta, ¡vaya noche!. Ahí las perdimos, pero no era cuestión de “perder la ola” así que cogimos unos bocadillos y nos fuimos a continuar la juerga, hasta Ucieda. Así fuimos sumando más ginetas, mochuelos, lechuzas, ciervos… pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.
La fotografía está hecha en condiciones controladas.

jueves, 3 de marzo de 2011

En ocasiones oigo pájaros

Dicen que los españoles, en tiempos de crisis, están aprendiendo a hablar alemán. No me extraña después de ver lo que me ocurrió ayer por la tarde. Estaba en la cocina, cuando sentí que alguien hablaba a mis espaldas. Llevé un espantón de los mil demonios que diría la difunta mi abuela. Cual fue mi sorpresa, cuando al darme la vuelta me encuentro con un Petirrojo hablándome...Lleva toda la semana nevando, y los pajarucos, también sufren sus crisis particulares...Si amigos, los pájaros están aprendiendo español con la última nevada.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Más de lo mismo

Cuando delante de los morros te ponen algo que te gusta bastante, lo disfrutas mucho. Si te dejan repetir, lo disfrutas, pero no más que la primera vez, menos en todo caso. Y así sucesivamente, hasta que puedes llegar al extremo de aborrecerlo.
Con la nieve, he comprobado que pasa lo mismo. Los habitantes de mi pueblo comienzan disfrutándola en su niñez. Al madurar les deja de hacer gracia alguna. Y de mayores ya llegan a decir, como el purriegu aquel, que "la nieve es negra", haciendo referencia al mal que trae consigo. El frío que acarrea, las dificultades de desplazamiento, el riesgo de accidentes en carretera, pistas o en las mismas calles, el tapar los pastos, que impide tener sueltas yeguas u ovejas, etc.
Hoy, aburrido de ver nevar y no salir de casa, aproveché un momento de nevadas finas y suaves para dar una vuelta por el monte. Estaba todo tan cambiado. Los caminos tapados, y difíciles de adivinar. Las hayas, tristes, con sus ramas dobladas hasta casi tocar el suelo debido a la carga de nieve que tienen.
Los pajarillos, dejan vacío el monte, y se meten al pueblo. En mi ventana, Carbonero Común, Petirrojo y Mirlo Común, dan buena cuenta de un montoncito de migas puestos allí para tal fin. En una quima del Nogal, un Escribano Cerillo ronda un bullicio de vida. Son 40 yeguas bajadas de los montes, que pasan ahora por dejado de casa al paso dirección al bebedero. Los campanos, al son de sus pasos, es lo único que se oye en el pueblo.
Cada uno, en su casa o en la cuadra, cruza los dedos para que la nieve no se hiele ahora y marche pronto, al menos del pueblo. Dos Cornejas se atreven a entrar al pueblo, algo difícil de ver en otras circunstancias. En el camino de subida al monte, un montón de pelos de Corzo me hace pensar que quizás la nevada le haya pasado factura. No veo al Corzo. Posiblemente el Zorro, posiblemente el Lobo...

martes, 1 de marzo de 2011

¿Me he dormido?

Te despiertas como todos los días. Debería estar empezando a romper el alba, pero...¡un momento! ¡Hay demasiada luz para la hora que se supone que es...! ¿Me he dormido?
Me levanto, me asomo a la ventana, y no, no me he dormido. Hay tanto luz porque todo el suelo es blanco. Ha nevado toda la noche, y en el suelo, 15 cm de nata adornan la tarta en que vivo.
Voy a la cocina y reavivo el fuego. Con la puerta cerrada, enseguida sube la temperatura. Los tejados de hoy día, los dobles acristalamientos, hacen del día a día en casa algo muy diferente a lo que se vivía hace no tanto en estos pueblos por invierno, cuando cada temporal del norte, suponía unos cuantos días de frío en el cuerpo asegurado.