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martes, 14 de marzo de 2017

Quisiera ser...

Hace de esto más de medio siglo. La mayoría no habíamos nacido, y en la farándula cogía protagonismo la reina de la sierra. Una famosa canción decía: "quisiera ser un águila real para poder volar cerca del sol".
Protagonista de fiestas en salas de baile, pero de críminales desenlaces en su propio hogar. Eran años, en los que era perseguida de manera infame. Tiempos negros para los animales a los que la naturaleza había creado para matar. Cepos, trampas, venenos, munición e ignorancia, fueron componentes de la fatídica receta. Sólo un movimiento social liderado por el especialmente hoy 14 de marzo renombrado Félix Rodríguez de la Fuente, impusieron un punto de inflexión en la trayectoria generalizada de destrucción de las poblaciones de animales carnívoros. Aquella lacra nunca desapareció. Sin embargo, sólo mentes residuales siguen manteniendo aquellas malas costumbres.
Así, las poblaciones de muchas especies se han recuperado en las últimas décadas. Entre ellas las de las grandes águilas, que en casos concretos, rondaron el punto de no retorno hacia la extinción.

Estamos en la Sierra de San Pedro, y a media mañana, una dehesa extremeña es sobrevolada por un macho de águila real. Busca algo que atrapar para ganarse el orgullo de una hembra que lleva dos semanas echada sobre una enriscada plataforma de ramas. Si todo va bien, y avanzada la primavera, un príncipe, dos quizás, se lanzarán al vacío para intentar afrontar la aventura de la vida. Hoy el objetivo es tener a esta bestia a escasos metros para poderla fotografiar. Sin embargo la pasión, infantil, perenne, y eterna, consienten que unos lejanos vuelos sean motivo suficiente para la satisfación. Ver las evoluciones de un ave salvaje con semejante entidad, hacen a cualquier enardecido naturalista emocionarse y hacerle sentir que estos momentos, todo lo compensan.
Al fondo, el pueblo de Castelo Branco (Portugal), cuya población supera los 30.000 habitantes.