Faltaban unas horas para que acabara el invierno. Yuri y yo llegábamos a Gormeján para pasar el fin de semana. El viento Suroeste soplaba aún, y para nuestra sorpresa, el fuego que durante toda la noche había avanzado pero que por la mañana habían logrado parar, se ha reactivado. Ha acabado con el pastizal, y ha entrado al escobal. Aquí dentro, con brezos arbóreos de más de 2 m, se hace difícil pensar que se pueda parar el fuego a no ser que el viento cambie a oeste, y comience a llover.
La cabaña está en mitad del escobal, y pese a que tiene un pequeño cerco desbrozado a su alrededor, el viento puede dar un disgusto bastante gordo. Subimos a ella, y comenzamos a hacer montones con las hojas secas que saturan ese perímetro, y a llevarlas ladera abajo donde no puedan hacer daño en el momento que llegue el fuego. Nos dista unos 200 m del frente, y parece irremediable que vaya a llegar a la misma cabaña. El plan es claro. Limpiar cuanto más. Y cuando llegue el fuego, si viene con fuerza, salirnos al prado, donde no habrá peligro. Desde allí, esperaremos a ver que pasa.
Afortunadamente, los equipos de prevención de incendios se han dado cuenta de la situación y se vuelcan con la zona. Un helicóptero hace varias pasadas atajando el fuego en su camino hacia la cabaña. Ello frena bastante el fuego, pero es cuando definitivamente da la sensación de que el fuego se frena, al entrar en acción un gran hidroavión amarillo. El resultado final es lamentable, pero es obvio que podía haber sido mucho peor. Después de esto, el viento, por fin, cambia de dirección y comienza a llover, lo que nos trae la tranquilidad absoluta.
Por la noche, irónicamente frente al fuego, pero esta vez el de la chimenea, recapacitamos sobre la política forestal, que está claro que falla. Para empezar, una asignatura pendiente, y quizás la más importante, es la concienciación de la población rural, pues no ven al fuego como un peligro para nuestro entorno, sino como una herramienta indispensable para mantenerlo (!!!). La impresionante foto que adjunto, la sacó mi padre desde la cabaña.
Ostia, Max!!!
ResponderEliminarVer tal aparato por el aire, da una idea clara de la magnitud del asunto.
Me alegro que al final a la cabaña no le haya pasado nada.
Rubens
Yo creo que son dos los problemas, uno es la falta de escrupulos de la gente a la hora de tirar la cerilla y otro es la falta de uso del monte por parte dela mayoría de la gente lo que hace que la gente no lo sienta como suyo y pase del asunto.
ResponderEliminarLeches!! No me había enterado yo de esto. Me alegro de que la cabaña se salvará. Lástima de como quedo el entorno, menuda rabia. Me acuerdo de lo bonito que era cuando estuvimos aquel fin de semana. Una vez estuve en situación parecida, en un incendio cerca del pueblo de un amigo; fuimos a "echar una mano" (por decir algo) y en unas de esas oimos al jefe de la cuadrilla de forestales "cuerpo a tierra, que viene un hidroavión". Oye, lo vimos tan cerca como tú, y no veas el agua la fuerza con la que cae, vamos que si no es por los árboles nos hubiera hecho mucho daño. No entiendo como seguimos aún sin invertir mucho más en cuidar nuestros bosques. Aunque no sólo hace falta mejorar nuestra política ambiental sino también la educación de todos en un tema en el que nos va la vida en ello. Juan.
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