Los Quebrantahuesos y yo. Nadie más.

Sierras, pernales, barrancos, peñas...
Hay rincones en una montaña, en los que te puedes sentar prismáticos o cámara en mano, y las emociones, te envolverán hasta llegar a darte la sensación de que no tocas roca...
No, no estás volando, pero ellos sí, y a tu lado. Ciclean, prospectan, se acercan, te rodean, te miran....
Hoy pude verme inmerso en el vuelo de varios Quebrantahuesos. Estando allí sólo, quieto, acurrucado, parecía empaparles en curiosidad. Sino, no me explico el por qué tan cerca. Una sensación estremecedora es poder ver su bigote, pero hay otra que la supera con creces, y es llegar a verles el rojo del anillo ocular.
La foto de la cabeza, es un extracto de la foto de arriba, para que se pueda ver la definición original, que en la grande, no se llega a apreciar.
Estoy muy contento con el resultado de la fotografía, que aún no he tenido tiempo ni medios de tratarla adecuadamente. Quiero dedicársela a mis padres, que cuando tenía 13 años, comenzaron la dura tarea de empezar a tragar carros y carros de diapositivas contra la pared de mi habitación, en aquellos duros comienzos en la fotografía. Vaya fotos. Vaya ratos más largos...-¿queréis que las ponga otra vez?- Al principio, me atrevía a preguntar...pero enseguida me di cuenta de que con una pasada era bastante...(jaja).
Creo que en un ataque de sinceridad, tanto ellos cómo yo aseguraríamos no esperar por aquel entonces resultados como el actual. Nunca.
¡Un beso para los dos desde los Pirineos!