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domingo, 13 de abril de 2014

Cogiendo demanda

Como si un perro sabueso fuera, hay días que salgo a rastrear lo que se cruce. El rastro, a veces es evidente. Otras, no tanto.
El otro día salí a dar una vuelta. Había llovido mucho el día anterior, y ese día había bastante niebla. Todos los caminos embarrados prometían que algo podría haber marcado en el suelo. No fue tan fácil como pensaba. La lluvia del día anteriorhabía machacado mucho el suelo, y probablemente sólo lo de la última noche estuviese bien escrita. Ya bajando, a un paso veo algo de reojo, paro, retrocedo, echo la nariz al suelo, y sí. Por aquí pasó el oso. Es una huella de un animal pequeño aparentemente. Hace falta bastante imaginación, y sólo 3 pisadas (aunque peores aún) a 4 metros me hacen confirmar que si, que no es una sensación, aquí está el bicho metido. En este tipo de huellas, ayuda el tacto también. Cuando a veces no se ven bien los relieves de la impronta, pasar la yema de los dedos ayuda "a ver" dónde puso el animal sus dedos, dónde exactamente su palma, etc. Tomo unas fotos, y tiro para el pueblo con la tarea hecha.

Os pongo una animación en la que se ve el suelo pero malamente la huella. Dibujo un poco los perfiles que se adivinaban, y le echo una medida entre el centro de los dedos más externos, que es la utilizada normalmente para datar a estos animales. Es una mano izquierda. 86 mm parecen apuntar claramente a un animal pequeño. Este invierno andaba por aquí una osa con una cría. Vamos a estar hablando de esa misma cría seguramente. Ante la inminente llegada del celo, la madre ha destetado a su hijo, con el que lleva ya más de un año. El animalucu, en un despiste jugando u oliendo algo se ha alejado un poquitín de la madre, y esta, ha aprovechado para darle esquinazo. Seguramente, no sea la última vez que se vean, y se cruzarán de vez en cuando por las montañas cantábricas, o no, pero ya nunca harán vida en común. El ciclo sigue, y mamá oso ha de seguir pariendo vida.

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