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sábado, 1 de febrero de 2014

Búho nival

"He visto cosas que los humanos no creeríais...búho nival el pasado lunes..."
Hace 10 días leía de manos de José Gómez Aparicio, un colega pajarero extremeño, tales palabras. Con un aire de humor, hacía parodia de algo que a primera vista puede parecer una chorrada al que no conozca el tema. Está claro que exageraba con la cita, ¡pero tampoco tanto!

Si nos paramos a estudiar al búho nival bubo scandiacus, es una rapaz nocturna que se distribuye únicamente por el círculo polar ártico. Abajo, un mapa sacado de la wikipedia:
En verde las zonas de cría. En azul, en las que se extiende para invernar.
Cómo véis, en invierno baja hacia el sur, pero se queda normalmente muy lejos de nuestras latitudes. Muchos ejemplares se adentran en la mar, y vuelan, vuelan, vuelan...hasta encontrar tierra y posarse. Vuelan a vida o muerte. En ocasiones, en mitad del océano, se topan con un barco. Este es un sitio estupendo en el que posarse y descansar. Es un descanso a priori provisional, pero que muchas veces, el agotamiento y el miedo a una experiencia similar, se convierte en un descanso que les acerca a zonas donde habitualmente no se desplaza esta especie.
Este año, al parecer, hay más observaciones de las habituales en zonas como Holanda, dónde no todos los años llegan, y hay 3 aves localizadas en Francia, algo expepcional. No se puede saber si el ave ha venido por si sóla, o si su viaje ha sido asistido por un barco, lo que parece bastante seguro, es que se trata de un ave salvaje.

Así pues, sentado en mi casa, al calor del fuego, comenzó un serio planteamiento de si ir o no ir. Ir sólo era factible, pero desde luego, más caro por un lado, y por otro lado menos gratificante que pudiendo compartirlo con amigos.
Empezaba pues la búsqueda de gente dispuesta a viajar. No era fácil. Gente dispuesta a viajar si, pero que le guste este tema como para darse una paliza de ir, venir, aguantarme, etc...Fué difícil, pero cayeron en las redes 3 incautos jovenzuelos: Judith Blasco, Álex Colorado, y Alejandro AvesCantábricas, con quienes adelanto ya, que fue todo un placer viajar, y compartir uno de los momentos más emocionantes de mi vida como naturalista.
Subimos en el viejo focus a media noche, y fuimos directos, y además sin pausa, durante 8 largas horas llenas de lluvias, granizadas, tormentas (estas más escasas), peajes, etc. Llegamos al amanecer a la Isla de Ré, cerca de La Rochelle (en el departamento de la Charente-Maritime). Se trata de una isla de unos 30 kilómetros de larga, 16.000 habitantes, y que está unida al continente por carretera.

Llegamos allí con las piernas anquilosadas, las vejigas preñadas y con la ilusión desbordada. Fuimos más o menos directos a cierto sector de la isla al que nos dirigimos por unas indicaciones de Jesús Menéndez y Gorka Ocio (agradecimiento desde aquí amigos). Era un territorio bastante llano, con poca vegetación arbórea, poco arbusto, y un paisaje dominado por campos de herbáceas cortas, y por balsas de cultivo de ostras. Ello facilitaba una amplia visibilidad. Aparcamos, meamos, y nos subimos a un montón de tierra por este orden. Echamos los binoculares a la cara, y pronto nos pareció ver a más de 1 kilómetro de distancia un bulto blanco, que podría ser. Montamos un telescopio, y justo, allí estaba el objetivo. Ahora el problema estaba en llegar allí en unos campos con una red de pistas interrumpidas de contínuo por canales de agua. Tras una segunda o tercera intentona, conseguimos llegar a un sitio en principio cercano. Buscamos, y no le vimos, pero si localizamos a dos personas con sus telescopios montados mirando hacia una misma dirección. Ya estaba, parecía seguro que lo íbamos a ver. En 10 minutos estábamos allí con ellos, y gozándola por fin delante del búho nival. Un sueño hecho realidad.
Es un ave bien conocida desde que era pequeño, pero tan difícil de ver, incluso yendo a sus zonas de cría, que nunca me había planteado la posibilidad de verlo. De ahí que me haya hecho tanta ilusión. No he calculado a qué distancia estábamos, pero a ojo diría que unos 300 metros.
Hubo gente que se quiso acercar a sacarle fotos, pero les invitamos a no hacerlo. Probablemente pudiéramos acercarnos a la mitad de distancia sin que se levantara. Probablemente a una cuarta de distancia. Muy probablemente, finalmente hubiese volado. Por un lado, el bicho ahora necesita comer y descansar, para cuando proceda retomar la dura vuelta. Lo que menos favor le puede hacer es molestarle ahora que ha encontrado su sitio de invernada, obligándole a buscar otra zona favorable. La zona parecía muy propicia, pues tenía una buena población de conejos, y también algo que dejaba señales parecidas a los montones de tierra que hacen Arvicola scherman. Comida, y tranquilidad, ¿para qué más?
Por otra parte, muchos ornitólogos franceses y de otros países también, se están desplazando como hicimos nosotros para poder disfrutar de tan bello animal. Si como grupo de personas lo llegamos a hacer volar, y casualidad o no, este fin de semana las decenas de personas que van a ir no lo ven, ¿cómo deberíamos sentirnos los que allí estábamos como colegas ornitólogos? Fotos de búho nival ya las hay muy buenas por ahí, y con google se pueden conseguir además, así que no seamos tan egoístas de acabar con el disfrute de otras personas por tener una buena foto, que muy seguramente no se parecerá ni de lejos a las que encontremos en la red.

 
Ejemplar joven de hembra de búho nival en Francia (invierno del 2014)

Yo le hice la que os comparto mediante la técnica de digiscoping. ¿No vale con traerse esto a casa? Carece de gran calidad, pero lo que ha de representar es el momento, y para mí el que no esté más cerca o el que no tenga más calidad, carece de importancia.
Vimos más cosas que os contaré otro día, pero este fue la estrella. Gracias por la actitud de campeones a Álex, Judith, a mi incondicional Alejandro, y la familia de ambos varones, sin cuya ayuda no habría sido posible la hazaña.

9 comentarios:

  1. Ya se sabe… el que no arriesga no gana.
    Felicidades. Julián Benito

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  2. Un auténtico placer, mereció la pena sin duda la paliza con el coche. Un abrazo.

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  3. Qué preciosidad de bicho...

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  4. Hola.
    Enhorabuena por esa observación, debe ser emocionante estar delante de un bicho así. Ahora, lo de quemar combustible 8 horas para verlo me parece tan poco coherente como la actitud de los que se querían acercar al búho más de la cuenta para hacerle una foto.
    Un saludo
    Ricardo Sendín

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    1. Hola Ricardo. Es una cosa con la que siempre me he matado. Los twitchers, supuestamente amantes radicales e incondicionales de los pájaros, queman todas las semanas kilos y kilos de combustible para satisfacer su necesidad de ver bichos raros. Lo más coherente sería quedarse siempre en casa consumiendo el mínimo, o en casa no, mejor subido en un árbol, que sería lo más ecológico, pero ya sabes que cada uno tenemos unas necesidades.
      Intento estar lejos de ese consumismo desmedido, pero tienes razón, que esta ocasión se me ha ido la olla un rato largo. Aún así, llámame incoherente, pero me siento satisfecho de haber ido. Un saludo, y gracias por la observación.

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  5. Hola Máximo.
    Realmente yo también quemo combustible, pero de poco en poco. Aunque al final al cabo del año me salen muchas horas de quemar combustible, cierto es. Por lo que escribes en tu estupendo blog se ve de sobra que eres de lo más respetuoso y además vives la naturaleza muy de cerca, sabes apreciar cada detalle y disfrutas hasta de lo más cotidiano. En eso me siento muy identificado contigo. Por eso te escribí, un poco desairado (y quizá hasta poco respetuosamente, lo siento) al leer la de kilómetros que hicísteis para ver un ave (seguro que realmente fue para mucho más que ver un ave). De todas formas siempre es bueno reflexionar sobre lo que hacemos.
    Un saludo
    Ricardo Sendín

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  6. Hola Ricardo. Tu escrito, desairado como dices, pero nunca irrespetuoso, me hizo reflexionar sobre el hecho. Supongo que era el objetivo. Cuando te agradecí el comentario lo hacía sinceramente. Está bien que entre todos reflexionemos sobre lo que hacemos. El recibir felicitaciones siempre por cada exposición no ayuda nada a la mejora en ningún aspecto. Por ello, gracias, de veras, de nuevo.
    Apuntar que como bien dices no sólo fue "ir a ver un pájaro". Aparte de que vimos muchos más (pigargo entre otros), la experiencia compartida con estos 3 compañeros fue tan reconfortante como la de ver al ave. Conocimos sitios nuevos. Eso, y mucho más.
    Un saludo,
    Máximo

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  7. Enhorabuena. Es un bicho precioso e imponente. Solamente lo he visto en cetreria ya que hay uno aquí en Zamora que lo tiene. Un saludo.

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