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viernes, 20 de enero de 2012

En peligro de extinción: Los Albarqueros

-Cleto, tenías que hacerme un pocu más grande la casa de las albarcas que me hiciste el año pasau.
-¿Te pretan o qué?
-Coño, se me hace que al subir cuestas me molestan más que al principiu así como por atrás.
-Si home si, ya puede ser ya. No ves la maera tovía ha podíu menguar un pocu. Si home si-dice Cleto- ya habrán secau del tó, ya se pueden hacer bien al tu pié, que ya no van a menguar más.
Y así es cómo Cleto y yo, nos vamos al taller de albarcas a sacarlas algo de viruta para hacerlas un poco más grandes por dentro. Camino de su casa, nos encontramos en el taller de Pedro Pablo con él junto a Hilario. Allá que paramos.
-Coño, estamos aquí todos los albarqueros.-Dice Hilario.
Cleto de Cabrojo, Hilario de Lafuente, y Pedro Pablo de Puentenansa, son de los pocos albarqueros que ejercen en la cuenca del Nansa. Milio cuándo era más joven en Cabrojo también, o Amador en Carmona, eran alguno de los otros albarqueros que las trabajaban cuándo hace décadas, este zapato era de uso habitual aún en los montes de Cantabria. Me acuerdo yo cuando era críu, que un día en Cosío hacían una carrera de albarcas. Si la hicieran hoy, habría que empezar por buscarlas por casa, y comprobar que no tuviesen los tarugos apolillaos.
Hablo con ellos, y me dicen que ya apenas hacen. El que las encarga, es ya por capricho, como pieza de colección. Lo que antes era algo básico en las vestimenta, fue siendo sustituido por catiuscas o corizas primero, y por calzado con membranas impermeabilizantes más tarde. Las primeras no transpiran, y las segundas, acaban calando (digan lo que digan). Así pues, pese a su mayor dureza, aún de vez en cuando las calzo para ir a tirar la basura o para ir al bar a tomar algo. El pie separado del suelo, y en madera seca, asegura salud al pié.
Los dos mayores, Cleto e Hilario, me aseguran que Amador, de Carmona, hacía las mejores del valle. Hoy, en Carmona, conocida de siempre en las canciones populares como "la flor de los albarqueros", apenas se trabaja ya con azuela y legra.
La demanda disminuye, la rentabilidad de hacerlas también. Los albarqueros desaparecen también. Son cada vez mayores, y con el paso de las décadas, disminuye acorde a estos hechos. Gente joven y con habilidades, como Pedro Pablo en Puentenansa, son los que de momento salvan el futuro de este oficio. Que no se pierda nunca, no vaya a ser que haya que volver allá...
En la foto, todo un documento histórico, salen Hilario y Cleto con una albarca hecha por Cleto a la izquierda, otra de Amador (Carmona), otra del propio Hilario, y dos de Pedro Pablo.

2 comentarios:

  1. Antes, en todos los pueblos había algún albarquero. La mayoria las hacía para la familia y, unos pocos, las vendían. Entre los primeros estaban dos bisabuelos tuyos.

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  2. es una pena, pero siempre quedara algun MX que las use
    un saludo
    toño

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