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miércoles, 22 de diciembre de 2010

37 días con los a'i

Una aventura, que llevaba en el tintero toda una década. Cuando Ruth me contaba sus primeras historias de selva, de indios, y de harpías, quizás por su manera de contarlas, me quedé prendado (todo el que me rodee lo sabe). No pude entonces sino proponerme que algún día, yo también estaría allí. Ha sido mucho lo que he madurado esta idea, pues tiempo he tenido, y no ha sido ninguna locura que me dió como más de alguno pensó. Simplemente era el momento, y me arranqué.
Era a finales de octubre, cuando comenzaba mi aventura. Subí a un avión en Madrid, y cuando me quise dar cuenta, ya estaba a bordo de una canoa descendiendo un río amazónico. Fueron casi 200 km de curso fluvial. Cuando llegué a la comunidad a'i, etnia conocida más popularmente como se la bautizó desde fuera: los cofanes.
Grandes conocedores de la selva, son capaces de encontrar fibra, vitamina o proteína suficiente para sobrevivir donde nosotros veríamos poco más que paisaje. Su habilidad para pescar o para cazar, creo que no dejaron de sorprenderme en el tiempo que viví con ellos. Intentar cazar un sajino (pecarí, especie de jabalí) a cuchillo, pescar una bandeja entera de pescado para cenar en cosa de 10 minutos con un machete recorriendo la orilla del río por la noche, conocer la biología de las charapas (tortugas) y sus rastros en la arena, para ir el día adecuado a buscar sus huevos en la playa, dar con las zonas más querenciosas para los dantas (tapires), que significan unos cuantos kilos de carne...Son muchas las artimañas que han heredado y aprendido, para subsistir hasta nuestros días en un medio en el que si tienes 3 días malos de caza o pesca, ha de tener en cuenta que no hay supermercados a la puerta de casa, ni congeladores en los que guardar comida. Un medio hostil para un hombre occidental, en el que casi es tan fácil encontrar vida, como encontrar la muerte. Beber de aguas con parásitos garantizados, andar por suelos con alta densidad de serpientes venenosas, por cauces con rayas venenosas y anguilas eléctricas. Aguantar decenas de picaduras de insectos al día, con el riesgo de transmisión de enfermedades como dengue o paludismo. El miedo constante a especies como el puma o el tigre (jaguar), con los que un encontronazo es tan difícil, como lleno de riesgo según los a'i. Tardes sudorosas de cerca de 40 grados a la sombra, con una humedad, que bien diría yo que ni dentro del agua. Cosas menos peligrosas pero que pueden ser dolorosas como una picadura de Tarántula, de Escorpión (unos chiquitillos que había), y otras muy molestas como las abundantes Avispas (doy fe que en la oreja molesta más que en los papos, én los papos más que en los brazos, y en los brazos más que en las manos...). Y otras cosas que aquí tenemos mitificadas, pero que allí no parecen significar mayor peligro (pirañas, caimanes, o anacondas).
Todo ello, hizo que mi estancia allí, de la que estoy muy orgulloso, se me hiciera más larga de lo que aquí ha parecido. Qué bien sabía Ruth lo que decía cuando la propuse irme 4 meses. Mucho fue lo que me acordé de mi gente y de mi tierra. Todo ello pese a que todo fue bien, y pese a que coincidí con buena gente, que dentro de su cultura y sus costumbres, me trataron muy bien. No me quiero imaginar vivir allí en otras condiciones.
La recompensa superó con creces los peros. Aulladores, Guacamayos o Caciques, son algunos de los animales que ponían música al teatro de la selva. Harpías, Tucanes o Martines Pescadores de varias especies, alegraban la vista. Pirañas, Pavas o Pecarís, hacían lo propio con el paladar. Para el olfato, miles de orquídeas, o los oritos maduros (una especie de plátano). Y para el tacto...no me acuerdo de nada mejor que mis dedos arrascándome sólo superficialmente las picaduras de los mil y un mosquitos al desnudarme por la noche dentro de mi mosquitera. Todo ello unido a la oportunidad de conocer a una sociedad tan distinta a la nuestra, y que cuenta con menos de 2000 individuos ¡en todo el planeta! Tanto es así, que busco información sobre ellos en internet, y me encuentro con fotos y vídeos de gente con la que he vivido. ¿Me lo creo? No me lo creo. ¿Me lo creo? No me lo creo...
Sólo puedo dar gracias a toda la gente que ha permitido que esto haya sido posible. No sólo a Ruth, Andrea, Erika, Paul, Rocío y resto de equipo del PCAHE. También a los a'i Jonás, Mauricio, Bolívar, Fredi, Fausto, Luis, Avelino, Romel, Vicki, Maco, Ende, Isaora, Antuko, Isolina, Auna, Gladis, Tefen, Fernanda, Misel, Mimi, Joaquina, Anibal, Leonel y resto de gente encantadora de aquel poblado que me acogió. A la gente que en Quito me hizo sentir como en casa. Y cómo no, a la gente que se quedó aquí incomunicada (¿o el incomunicado era yo?). Es toda mi gente, pues ellos pasaron muchos días sin saber cómo estaría yo en aquella bonita, pero lejana parte del mundo.
En la foto, Mimi posa con traje cofán, cervatana en su mano derecha, y flechas con algodón de ceibo colgando del cuello. Como adornos, unos cuantos dientes de pecarí. En su cara, pintadas rojas sacadas del fruto del achiote. Mirad su fresca cara, y mi demacrada faz. Siempre sudando y cansado. Se ve claro quien jugaba en casa...Para verla mejor, pinchadla.

5 comentarios:

  1. Increible, voy a buscar en el google mucho de los nombres que dices para ver la cara que tienen.
    A ver si la suerte hace que coincidamos un día y te pregunto mil curiosidades.
    Un abrazo y felices fiestas.
    Andrés

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  2. Tu hecho un cromo y él ni despeinado! Yo que te imaginaba en una tumbona bajo el nido de arpia y resulta que esa selva no tienen nada que ver con los resort que nos anuncian por esas latitudes del continente americano. Ten cuidu con el lobu, a ver si has sobrevivido a las pirañas y caimanes y ahora te va a comer uno aquí!

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  3. jajaja es linda mi tierra y su gente!!! nada como su selva y los cofanes!!!
    Esperamos tenerte de vuelta algún día.

    Saludos
    Erika

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  4. ya me empute!!! escribi tres veces y ninguna se publico, que iras...
    En resumen decia que amo mi pais! y a los cofanes tambien!!!

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  5. Jaja, no se empute mi Erika!
    Creo que ha quedado claro. Amas aquello, ¡y lo entiendo!

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