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lunes, 8 de febrero de 2010

¡Ey amigo, no nos abandones!

El otro día, en una de mis jornadas de campo, tuve un encuentro de los más simpático. En mitad de un páramo zaragozano, un cercado con una nave, y dentro del cercado, juntos, un mastín y un burro. Yo me acerco a paso ligero. Estiraban las orejas lo más que podían para intentar captar la mínima señal. Cuando llegaba a la alambrada, el perro emprende una carrera hacia mí, ante la impasible mirada del burro. Para mi sorpresa, no viene en actitud territorial, sino que viene moviendo el rabo y pisándose la lengua. Aparenta ansiar atención. Efectivamente, meto la mano al cercado, y por unos segundos, calmo su necesidad de cariño. El burro que lo ve, sale corriendo hacia mí como si de otro perro se tratase. Saqué la mano por si acaso...pero enseguida me doy cuenta de que también quiere caricias. Si acaricio al burro, el perro se pone de piés, si acaricio al perro, el burro me da cabezazos en la mano. La verdad que me pareció una escena muy divertida. Al marcharme, el perro gemía, y el burro...¡mordía la valla! Lo que querían decir, tenía fácil traducción a nuestro idioma. Alejándome, el burro acariciaba el lomo del perro con sus preciosos dientes, y el can le tiraba "lamiotás" al aire, pues no llegaba al morro de su amigo. La verdad, que me quedé sorprendido con tan emotivos comportamientos...y pensé que os gustaría leerlo.

2 comentarios:

  1. Es lo que tiene ser un tío majo, le caes bien hasta a los bichos!
    Un abrazo,
    Yuribass.

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  2. Estarían aburridos y deseosos de que algún visitante les hiciera caso o animase el día.

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