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miércoles, 29 de noviembre de 2017

Pequeños momentos de gloria

Hay cosas en la vida de un naturalista que valen todos los sacrificios. Hay momentos que por sí solos valen todos los madrugones del año, y hay pequeñas cosas que justifican levantarse animado cada día.
Es raro el día en el campo que en mayor o menor medida, no hay unos segundos de gloria. Un día es un águila atacando, otro día es un tren de meloncillos que se te cruzan, al siguiente es una huella difícil de ver con buena definición, otro día el búho que te despierta cantando a 50 m de la cama, y ayer, por ejemplo, fue este desperece de la abubilla. No es algo que vaya a recordar el resto de mi vida, pero para alegrar el día vale. Y uno, más otro, más el siguiente, hacen semanas geniales que van formando años, lustros, y que supongo que finalmente, le dan sentido a nuestra manera de vivir.
Y lo emocionante que es en el campo no saber si esa alegría te la vas a llevar dentro de 5 segundos tras esa curva, esa loma, o simplemente saltando de tus pies. Es esta sensación, la que hace que desde que abrimos el ojo en la cama, hasta que lo cerramos, vivamos en una constante emoción.


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