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jueves, 4 de julio de 2013

El correal de los venaos

La noche del domingo al lunes vi cómo las previsiones para los próximos días eran bastante benignas. Tras escribiros la última entrada y sin pensarlo mucho, comencé a preparar los bártulos mientras cocía unas patatucas, hacían un par de fiambreras de pasta  y metía al macuto cuatro peazucos más de cosas que tenía sueltas por ahí. Unas latas, una barra de pan, unas nueces, etc.
Andar denoche en estas fechas tiene sus ventajas. Aprovechar el itinerario para muestrear murciélagos, subir a una temperatura baja (unos 10 grados) que permite cargar con la mochila sin cogerte la sudada del siglo, llegar arriba al amanecer, que es la mejor hora para ver bichos...La única desventaja es darte el madrugón a las 4, pero cómo esa noche no pegaba ojo, pues lo tuve fácil para decidirme.
Estuve por allá arriba estos tres días gozando de un tiempo, que efectivamente fue bueno, incluso mucho mejor que en la zona de pueblos, dónde ha habido nubosidad persistente. Allá arriba, entorno a los 1800 metros que me movía, el sol daba implacable durante todo el día, pero las temperaturas allí son fácilmente soportables (supongo que poco más de 20 grados de máxima).
Rebecos, corzos, zorros, venaos, jabalinas paridas y varias especies de aves, me acompañan en unas laderas, en las que los mostajos y serbales están en flor, al igual que los arándanos, que me pareció por cierto, que prometían bien para este tardíu. Los últimos neveros dan de beber a las fuentes, que para la fechas que estamos, van abundas.
2 ejemplares de venao pastando en el crepúsculo (el software hace milagros).

Al atardecer, me escondo en unas peñas para protejerme del frío. Escucho un ruido entre la vegetación. Antes había sido un viejo zorro, ¿qué será ahora? Las escobas se comienzan a mover, y sólo la pradera nos va a separar, escasos metros de lo que salga "a la plaza". Al fin, unas orejas asoman casi más que unos cuernos. Un joven ciervo rojo Cervus elaphus, asoma tímidamente escondido el sol. No ve peligro, y se anima a salir entero, y comenzar a pacer. Un más precavido ejemplar, de más envergadura y experiencia, le sigue 1 minuto después, tras comprobar que no pasa nada allá fuera. Su escudero ha dado el visto bueno.
No sólo salen a la campa, sino que además, me dejan deleitarme según se me van acercando más y más metros. Yo, inmóvil, no hago más que obturar mi cámara ya casi sin luz forzando la sensibilidad del sensor a valores ISO antes nunca usados por mí. Al final, el resultado para una foto del tamaño que se pone en un blog, es bastante decente pese a mis dudas iniciales.
Veo cómo la cuerna ha crecido ya al 90%. Es un ejemplar, el mayor, con 15 puntas. No está nada mal. Aún le falta de desarrollar las puntas de la palmatoria (la corona), y luego ese tejido aterciopelado y con riego sanguíneo, el correal, será rascado contra ramas lisas para afilar sus cuernos, que para finales del verano, han de estar listos para la lucha.

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