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martes, 3 de septiembre de 2013

Disculpas

Fruto de un cúmulo de averias, visitas, viajes, fiestas y otras casualidades de la vida veraniega, ahora me doy cuenta de que podría haber puesto el cartel de cerrado por vacaciones por todo el mes de agosto, así cómo hacen las administraciones públicas.
Los últimos meses he descuidado el blog, y este agosto, creo que ha sido el único mes desde que existe "El Bichu" que ha dejado el casillero en 0 (sin tener el cuenta noviembre del 2010, que lo pasé entero en la selva). Espero que esto sea un punto de inflexión, y comience a recuperar el ritmo que tuve en tiempos anteriores. Para este fin, afortunadamente este mes no he dejado de bichear, y ello va a ayudar a meter unas entraducas este final de verano. Allá os dejo una de osos.
Ha sido hace pocos días, en compañía de un par de amigos, Julio y Ruth, sin quienes este viaje no habría sido la mitad de reconfortante. Nos planteamos dedicar unos días a intentar ver al oso pardo Ursus arctos. Por estas fechas, este animal está enloquecido por el escuernacabras, un fruto que madura a finales de agosto en las altas calares de la Cantábrica. Es un hábitat escarpado por una parte, y supraforestal en muchas ocasiones, lo que hace que el bicho tenga que salir parte del tiempo de campeo al descubierto. Esto provoca que sea una fecha excepcional para ver este esquivo animal. Las 2 primeras horas de la mañana y lo mismo por la tarde, es buen horario allá dónde la actividad humana no le perturbe en demasía. Esos canchales en mitad del hayedo, esa base del paredón blanco salpicado con matas de pudio...¡en cualquier sitio puede aparecer!
Tuvimos suerte con el tiempo, pues apenas unas pocas horas la niebla nos metió el susto en el cuerpo, por lo demás, tiempo despejado nos acompañó estos 3 días. Un rebeco corriendo nos advierte de la posibilidad de ver algo grande...y efectivamente, un joven y hermosos oso aparece andando por unas rocas. Va de mata en mata. Unas las mira y las pasa de largo, en otras para y se pone en pié. Se ayuda de los brazos para tumbar las ramas y pasarlas por su boca, en la que se produce la sangrienta degustación del Rhamnus alpina. Una de las ramas, era lo suficientemente fuerte como para que no la pudiese tumbar con facilidad. Recurrió a colgarse con las manos de ella, a la par que utilizaba la mandíbula como una tercera mano con la que asirse. Un par de balanceos bastó para triscar la rama y caer con ella al suelo. Allí, más cómodo, dió buena cuenta de sus frutos. Fueron varias las observaciones, con las que no os voy a aburrir. Quizás esta fuera una de las que más me impactó, y es por ello que la comparto.
Las observaciones fueron a larga distancia, siempre con la prudencia por delante, y evitando cualquier molestia menor o mayor. Os pongo una foto testimonial que con mi 300 mm y a más de 1 km, es lo que se podía conseguir. Os desafío a que encontréis en esta foto al ejemplar del que hablo. Pinchad la foto para verlo más grande.

3 comentarios:

  1. Hola Máximo. ¿No está de pie a la derecha, hacia arriba, de la imagen? Un saludo.

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  2. ¡Efectivamente!
    Ahí está doblando las ramas más altas en busca de frutos.
    Un saludo,
    Máximo

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    1. ¡Acerté!. Este fin de semana vamos a Asturias a ver si tenemos suerte y lo podemos ver. Un saludo.

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