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domingo, 13 de diciembre de 2009

¡Nos vimos la barba!

Imponente jornada de campo en el aspecto térmico. La ola de frío siberiano, llegó a la península llamando a la puerta de Pirineos, y esta mañana ya se notaba bien...Eran las 9 y empezaba a despuntar el sol tras el macizo del Turbón, pero parecía fallarle la batería. Aquel aparatu no calentaba . Le costó un rato pasar de -4 a -3. Aún así, hubo suerte, pues no corría viento. Con el polar puesto, y andando toda la mañana, no hubo más frío que el de las manos cuando pasaba de solanas a umbrías.
Debió haber entrada de paseriformes europeos con la ola, pues un Zorzal Real picoteaba una manzana a 10 m míos más preocupado por paliar el hambre causado por el duro viaje que por el potencial peligro de la presencia cercana de un humano.
Estos días había meditado sobre la mala suerte que estaba teniendo con los Quebrantahuesos, pues pese a estar en zonas buenas para verlo, no lo había visto ningún día aún. Quizás estén demasiado afanados con el acondicionamiento del nido para la nueva temporada, y de no pasar por las inmediaciones del mismo se haga difícil verlo...aún así era raro. La jornada se acababa, y eran muchas las veces que había parado la marcha para levantar la vista en busca de su silueta sobre aquella magnífica sierra. Quedaban unos 5 minutos para llegar al coche, y la curiosidad ya se convertía en indignación. En una de esas, probablemente la última que pensase prospectar el borde recortado de la montaña contra el cielo, ví uno a lo lejos que venía directo a mí. La verdad es que tuve suerte, porque vino poco más alto que yo, me revasó 100 m, me miró, y se volvió a ir por donde había venido. Sirvió para recordarme, que aunque nosotros no los veamos, ellos siempre están allí.
Cuando un Quebrantahuesos vuela directo hacia tí con una envergadura mucho mayor que la tuya.
Cuando ciclea sobre tu cabeza abriendo esa imponente cola.
Cuando un Quebrantahuesos te sobrevuela a escasos metros...
Cuando al pasar sobre tí gira su cuello para poder verte bien, y te percatas de que no le das ningún miedo.
Cuando sientes como te penetra con su mirada desde la superioridad.
Y sobre todo, cuando un Quebrantahuesos, con ese giro de la cabeza, recorta contra el cielo su elegante barba...
Es entonces, cuando entiendes que allí, tú sólo eres uno más.

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