Hay veces en la vida en las que hay un tema que te puede traer de cabeza y provocar que antes de quedarte dormido cada noche, des un par de vueltas en la cama. En ese momento, te parece que es una de las cosas más importantes del mundo. Sin embargo, pasado el tiempo, te cuesta recordar que aquello llegó a quitarte minutos de sueño.
Para mí, es el caso de la fotografía del lagunero. "Aguilucho lagunero occidental", "marsh harrier" o "Circus aeruginosus". En cualquiera de sus idiomas, fue una obsesión. Hubo meses en los que parecía que ya no había nada más que probar. Haces pruebas que luego te das cuenta que eran ridículas. Hasta que llega un día en el que pasa lo que tiene que pasar. Y a partir de ese día, tu preocupación emigra a otros temas, porque en ese ya no hace función.
Recuerdo hace un año cuando el aguilucho lagunero occidental era para mí un bicho esquivo. Horas, días, y semanas de esperas, para conseguir que con suerte te pasase uno volando a 25 metros y gracias. Aquellas inquietudes son las culpables de que hoy sea habitual para mí tener una belleza de estas a 7 metros ojo a ojo. Muchos habéis podido disfrutar en directo ya de este éxito. Para los que no habéis podido, os dejo una foto sacada el otro día con mi 300 mm f4.
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