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viernes, 11 de octubre de 2013

Cartas desde la casa del osu

Ayer, en la casa del osu, pudimos comprobar como la comida abunda debajo de cada peña, en cada toral, en cada valleja...
Acabados los escuernacabras Rhamnus alpina en los canchales calizos. Terminándose ya la temporada de arándanos Vaccinium myrtillus en las cumbres. La cosecha de jayucos, que es el fruto del haya Fagus sylvatica, es buena este año. El haya es una fagácea vecera. Es un árbol que sólo cada 4/6 años suele tener una buena cosecha. Y este año, parece que ha tocado. Las moras, que hace ya 5 semanas alimentaban en las zonas bajas a algún que otro oso, han colonizado cotas medias y altas, en cantidad que yo antes no recuerdo verla. Gran cantidad de sabrosas moras, fáciles de encontrar casi en cualquier orla forestal, en casi cualquier claro del bosque caducifolio. Parece que los osos van a tener comida este otoño. Van a coger unos cuántos kilos, y las osas que den a luz a sus oseznos este invierno, van a dar abundante y sabrosa leche en el fondo de la escondida cueva.

Frutos de haya y moras. Alimento otoñal para el oso.

Ayer, en la casa del osu Ursus arctos, disfrutamos de un paisaje que empieza a reclamar su marrón. El verde ha perdido ya intensidad. El rojo, es adivinado por los ojos más avezados. Gozamos también con su fauna, con su clima, muy benigno hasta ayer para estar en octubre...Pero también, no podemos negar que disfrutamos con sus gentes.
Las gentes de la casa del oso y sus ancestros, son las que han permitido qué este magnífico ser, extinguido en el 99% del territorio peninsular, siga viviendo aquí. Esas gentes que vivimos ahora aquí, y que regentamos menos del 1% del territorio peninsular, debemos ser las máximos responsables de que el oso procree y recolonice nuevas zonas, escapando de una extinción a la que pareció estar abocado ahora hace 20 años. Debemos conseguir que lo que ha llegado a nosotros, no acabe en nosotros y llegue a próximas generaciones si no queremos ser recordados como "la generación egoísta". Si nosotros lo hacemos mal, da igual que nuestros hijos lo hagan bien, porque ya nunca podrán disfrutar de lo que todos sus antepasados han podido disfrutar. ¿Tendremos entonces perdón? La hemos cagado (o mejor dicho la estamos acabando de cagar) con el urogallo Tetrao urogallus, y no queremos que esto se repita con el oso.
Espectacular atalaya sobre los hayedos de la zona
Por otra parte, también aprovecho para decir desde aquí, desde la casa del oso, que las decisiones tomadas desde fuera, desde las capitales, muchas veces no ayudan a motivar a la población local a respetar y convivir con estos animales, sino todo lo contrario. Es para mí esta una política desacertada. En ocasiones el que haya oso, se traduce en una serie de impedimentos y de prohibiciones. Se nos da un trato distinto. Un trato peor. El que tengamos oso, debería ser motivo para tratarnos con algo más de esmero. Sin embargo, esta circunstancia es utilizada para tratarnos con restricciones. Algunas obvias, incluso necesarias para el buen quehacer diría yo. Otras, no sólo no aciertan. No sólo se deciden cosas sin mucho sentido, sino que además, da la sensación de que se aprovechan de la figura del oso para ponerla de excusa sin sentido, y obtener objetivos así muy distintos a la protección del oso. Aquí no somos tontos, y sabemos que el oso no es el enemigo, pero los méritos que se están haciendo para hacérnoslo creer, no son chicos.
No obstante, y ahora hablo por mí, aunque creo que lo puedo compartir con muchos vecinos, tenemos buena fé. Queremos creer que en el futuro, con diálogo, conseguiremos entendimientos y buenas relaciones. Seguro.

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