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domingo, 24 de junio de 2018

Nunca cesó

¡Qué suerte tuve! 9 años tenía cuándo cada fin de semana, volvía a las montañas que se ven en la fotografía: Gormeján. De ahí el nombre del blog.
Un paisanucu que no asomaba mucho por encima de helechales y escajeras. Unos viejos anteojos rusos que colgaban por debajo del ombligo, un pantalón de camuflaje, unas botas de goma, una vara de avellano, una curiosa navaja con tenedor que no recuerdo bien de dónde salió, y siempre a mi lado, un aguerrido y lanudo perro tan impresionantemente veloz como viciado con los corzos, y cuyo nombre era cómo el: Bravo. Era bajar del coche, y encararnos ambos ladera arriba recorriendo aquellas bíercoles en busca de los entonces abundantes corzos.
Hoy han pasado casi 30 años en los que el corzo ha pasado a ser bastante más escaso. Por contra, el ciervo, entonces inexistente, ocupa ahora todas las laderas. El lobo, que era esporádico, tiene ahora presencia continuada, y el oso pardo, que tenía su límite de distribución a unos 15 km, pisa ya de manera esporádica la zona en su conocida y afortunada fase de recuperación.
Y esta fue mi verdadera escuela. Mi verdadera motivación. Sábados y domingos disfrutando y lunes a viernes esperando. Así fue mi niñez, y quien me conoció lo recordará. Y nos dieron los 10 y los 11...los 12...y vamos ya para los cuarenta. Y aquella sed de monte que se apoderó de aquel Bichucu, ya nunca cesó.

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