Grandeza, agilidad, poderío.
Nuestras aves de presa, nos sorprenden
en cada giro que dan, a cada picado que hacen, cada vez que nos
miran. Mis compañeros de andanzas estos días y yo, estamos, como
dice un amigo mío, “flipando con la migración”. La emoción de
ver si aparece un ratonero moro o un buitre de Rupell, se ve empañada
por las magníficas cifras de abejeros que se pueden ver en un día.
El último sábado, muchos miles de
ellos sobrevolaron nuestras cabezas. Las tres primeras horas del día,
fueron de asombro. Bandos de muchas decenas de abejeros, e incluso de
alguna centena se suceden, haciendo que todos sean uno. Los bandos de
abejeros, vistos en un mapa a gran escala, podrían dibujarse como
uno sólo. Una gran masa de abejeros por alto, y otra gran masa de
abejarucos a 50 metros sobre el suelo, empañan la atención a ver
otras cosas más raras, pero no necesariamente más impresionantes.
En ocasiones, nos empeñamos en
disfrutar con lo más difícil de alcanzar; en otras ocasiones, nos
hacemos humildes. El otro día, disfrutamos con la acción militar de
dos hormigas sobre otra de distinta colonia. Cambiamos la mínima
posibilidad de ver un águila volatinera por el diario picado de
nuestra águila calzada, y con esa simpleza, somos felices. La
palabra conformismo, muy devaluada en los últimos tiempos, también
puede tener su lado positivo. Opino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario